miércoles, 6 de junio de 2012

La caída de Ícaro

 

  
El hombre siempre ha soñado con volar, y muestra de ello es esta fantástica leyenda de la antigüedad cuyas enseñanzas aún hoy nos son válidas.


La historia comienza cuando el poderoso rey Minos manda construir en Creta un inmenso laberinto, tan complicado que quien entrase en él ya no pudiese salir jamás, para encerrar a la más terrible de las bestias: el Minotauro (un grotesco gigante con cuerpo humano y cabeza de toro que había sido engendrado por Pasifae, esposa de Minos, y un toro divino). Para la ejecución de tan grandiosa construcción Minos llamó al más celebre artesano de todo el imperio, Dédalo (famoso inventor al que le atribuían entre otros la invención de la escuadra y el hacha). El ingenio del artesano quedó patente cuando, tras varios años de construcción, el majestuoso laberinto estuvo listo. El Minotauro, que era considerado como una divinidad, fue encerrado en las profundidades del laberinto. La bestia se alimentaba de carne humana, por lo que cada cierto tiempo se debía realizar un sacrificio humano. Los hombres y mujeres sacrificados eran introducidos en el laberinto, en donde caminaban durante horas y horas por sus pasadizos, incapaces de encontrar la salida, hasta que eran devoraros por el brutal Minotauro.

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