Cuando
los israelitas arribaron a la Tierra Prometida, luego del éxodo de
Egipto, y tras su largo y místico peregrinaje por el desierto, se
encontraron con un territorio poblado por un conjunto de personas a los
que los recién llegados llamaron cananeos, y con los que compartieron
costumbres y lazos culturales, a pesar de que Iavé, el dios hebreo les
habría ordenado destruirlos. Si bien con los cananeos la coexistencia
fue pacífica, poseyendo un idioma similar, debiendo los primitivos
habitantes pagar tributo a los hebreos, el constante riesgo provenía de
pueblos vecinos, principalmente los filisteos, que integraban los
llamados “pueblos del mar”. Cuando fueron vencidos por los egipcios, los
filisteos ocuparon la zona de llanura ubicada en la costa sur
Palestina.
Los filisteos constituían una confederación de cinco ciudades: Gaza,
Escalón, Ashod, Ekrón y Gad. No eran semitas como los hebreos y
cananeos, sino descendientes de los cretenses minoicos. Su apariencia
física era agradable. Altos, delgados y atléticos, decoraban sus
cabellos con penachos de plumas.
Continua
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